A la búsqueda del mercado único editorial

Espero que este artículo no peque de excesivo utópico o que refleje mis ciertas lagunas en algunos aspectos de la producción editorial. Si es así – lo más seguro- pido disculpas a quienes nos lean.

En cuanto empezó a despegar el fenómeno de Internet fuimos muchos los que pensamos que esto traería además de un cambio social, una nueva forma de exponer los contenidos de todo tipo.

Para el mundo de los libros, las editoriales y los lectores, se abría una  segunda etapa de  revolución en la difusión , casi comparable al descubrimiento de la imprenta rápida y la democratización de la lectura. Eso pensamos muchos.

 ¡Esto es el fin de la cultura!

Y la aparición de los primeros lectores electrónicos , cómodos, versátiles,  nos abrían un mundo de posibilidades para mejorar la experiencia lectora abaratando (eso creíamos) los libros.

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La inmediatez que nos da la red y los nuevos soportes que no se restringen a ediciones limitadas que tienen que pasar por un conglomerado de circuitos: producción-edición-distribución local- distribución nacional- llegada a librería….,daban la pista de hacia adónde se dirigiría el mercado. Hacia una distribución no ligada a criterios de localización. Hacia un descubrimiento de autores más desconocidos que no podían traspasar las barreras de los grandes grupos. Hacia pequeñas editoriales que podrían competir con las grandes. A cambiar el monopolio, por la natural evolución del mercado.

El clásico dicho» no importa de dónde vengas, quién seas y dónde vivas no se ha cumplido».

El ebook puede llegar a tener una distribución global e inmediata, pero el marketing todavía es local. Eso si hay marketing, porque muchos títulos duermen el sueño de los olvidados. ¿Qué importa la facilidad de publicar si pocos lo saben?

Todavía se imponen criterios como la pertenencia a grandes grupos y la cerrazón de muchos sectores (incluido de la comunicación) a la tecnología.

La comercialización de ebooks con un precio estándar más reducido y el acuerdo entre los grupos posibilitaría un mercado abierto único editorial hispanohablante.

Para ello , habría que asumir el reto de reducir la brecha digital en varios frentes: mejora de la conectividad de Internet, estímulo al uso de los dispositivos para los contenidos, tanto para uso privado como público, impulso al comercio electrónico y apoyo a los autores independientemente se llamen Vargas Llosa o Pedro Pérez…

Nosotros, mientras tanto, como un oasis en el desierto defendemos el buen uso de la tecnología. Y si te llamas Zafón, Allende, o Martínez tienes cabida. Importa cómo lo haces, no quién eres o de dónde vienes…

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