«Yo escribo como me da la gana y la gente me entiende», me dijo.
En esta época, la importancia de escribir bien aumenta a pasos agigantados, porque estamos trasladando gran parte de nuestro ocio, trabajo y hábitos de consumo a internet. Y lo curioso es que, en estos tiempos tan audiovisuales, tan multimedia, tan de smartphones y tabletas… internet es puro texto. ¿No te habías fijado?
Navegar por internet consiste en leer, sobre todo. Y eso sin hablar del correo electrónico… Así que, de repente, alguna gente que casi no leía, digiere miles de palabras diarias para estar al día en las redes sociales, blogs, páginas de noticias y de entretenimiento.
Hace unos meses, el responsable de comunicación de una empresa con la que colaboro, autor de la cita con la que empieza este artículo, envió un mensaje electrónico a varios clientes… ¡pero estaba tan mal redactado que muchos de los destinatarios pensaron que era correo basura! Y escribieron para quejarse.
Al volver a la empresa, le recordé su afirmación:
—Como has comprobado, puedes escribir como te dé la gana y la gente te entenderá, pero ¿qué imagen das de tu empresa, de tu texto, de tu producto y de ti como profesional a través de tus palabras?
Hoy en día, quien publique en internet (particulares o empresas) deben ser conscientes de, hasta qué punto, los lectores, usuarios, destinatarios y clientes potenciales de sus textos penalizan una mala comunicación. En la internet 2.0, en este gran ágora de los medios sociales, la clave no está en escribir «para que nos entiendan», sino en escribir para comunicar.
Por eso es un gran error confundir el escribir bien con comunicar bien. Podemos escribir mal y ser unos pésimos comunicadores. Tomemos como ejemplo este anuncio:
Haz clic aquí para obtener información y disfrutar de nuestras magníficas ofertas. Si lo deseas, participa en el sorteo de numerosos premios. La inscripción es gratis.
Está bien escrito y no hay nada que objetarle desde un punto de vista gramatical, pero fue pensado para un público objetivo de entre 18 y 25 años de determinadas tendencias estéticas. Quizá hubiera sido mejor, en este caso, haber creado un texto de este tipo:
Entra y entérate de todas las ofertas. ¡No olvides inscribirte en el sorteo! ¡Tenemos cientos de premios! Por la patilla.
Esto no significa que haya que hablar emulando a nuestro público, porque ese podría ser otro error. ¿Recuerdas cuando tu padre intentaba imitar «a los jóvenes de ahora» y te decía «¿Qué passsa, colegui? Vamos a fardar a la disco». ¿Te acuerdas del bochorno que sentías? Puede que incluso te venga a la memoria el texto de alguna publicidad que te hizo sentir algo parecido, o quizá visualices a Camilo Sesto cantando su Mola mazo.
Una reacción parecida podemos causar en nuestros lectores. Ellos saben que eres una empresa: ni esperan que seas su colega ni esperan que escribas mal. Esperan que escribas sobre con el convencimiento de que estás ofreciendo algo bueno, ya sea una idea, una reflexión o un producto.
En resumen, debemos reflexionar sobre quién es nuestro público destinatario, elaborar un perfil de gustos y tendencias, sondear su «hábitat» y comunicarnos con él, no solo escribirle para que nos entienda.
Solo hay algo peor que un lector que se queja de una mala comunicación: aquel que nos abandona por el mismo motivo, pero no lo dice.
Échale un vistazo a las obras sobre comunicación y redacción que te ofrece BiblioEteca. Siempre hay algo nuevo que aprender.
Comentarios Facebook:
Powered by Facebook Comments
Pingback: La importancia de comunicar correctamente redactando bien
Pingback: Noticia La importancia de comunicar correctamente redactando bien