La diferencia entre una errata y un error es que este es una confusión del concepto expresado y aquella es un desliz, una letra bailada accidentalmente, un error material, un lapsus cálami.
Hay distintos tipos de erratas: algunas son deslices sin mayor consecuencia, como seméforo en lugar de semáforo, y otras producen una distorsión notable del mensaje, con la consiguiente sorpresa o risa, como conejero en lugar de consejero. Estas últimas son las que nos gustan, y por eso las llamamos herratas, por que son… algo más que erratas.
Hoy empezaremos con este titular periodístico hallado por A. Mercader. Ignoramos por qué una empresa de estacionamientos puede estar interesada en esa parte de la anatomía que tanto aconsejan ejercitar a las multíparas. ¿Quizá sea para evitar que tantas mujeres den a luz dentro de automóviles estacionados?
¡Un momento!, ¿no era suelo pélvico?
Por su parte, este periodista estaba inspirado el día que se refirió a los niños nipones así:
Es una noticia triste, pero entrañable por la manera de decirlo.
Lejos de Japón, en este bar español puedes comprar un tentempié y, además, personas. Sí, se conoce que hay clientela desagrable que les sobra y te regalan una lata de refresco para que sean más digeribles cuando te lleves el pedido.
De todos modos, el siguiente caso, enviado por R. Mayoral, es el más preocupante de todos. Se trata de unas tapas de registro que pueden encontrarse en la ciudad de Zaragoza.
Lo alarmante es que si este mensaje es real, alguno zaragozanos deben de tener sus partes pudendas como… ¡Las Vegas! Ya sabes: si caminas por la capital de Aragón de noche y ves que hay gente que tiene luz propia o chisporroteo en salvas sean las partes, esta podría ser la explicación. Supongo que habrá que tratarlos como a los Gremlins: ¡no los mojes!
¿Tienes herratas que compartir con nosotros? ¡Envíanoslas!
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3 respuestas a De la errata al error