Todo lo que tiene que ver con el mundo de la creación artística parece que debe estar envuelto en un halo de misterio, creatividad e… inspiración. Es como si uno solo pudiera crear o escribir cuando está tocado por un genio especial… por algo intangible que les está reservado a unos pocos. Hablamos con naturalidad de las musas, el genio… conceptos inventados hace miles de años por griegos y latinos, que pensaban que la capacidad para crear procedía de seres imaginarios ajenos a nosotros.
A pesar del tiempo que ha pasado, seguimos teniendo unas ideas algo preconcebidas sobre esa capacidad, cuando la inspiración reside en nosotros mismos. Somos muchos los que creemos que la creatividad, la genialidad… es algo que hay que trabajar, y si bien es cierto que muchas personas caminan por este mundo con ese don —con apenas necesidad de cuidarlo—, esos son los menos.
Desde que Thomas Alva Edison pronunció su famosa frase («El genio es un 1 % de inspiración y un 99 % de transpiración»), ha habido muchos artistas, científicos y escritores que han declarado que el trabajo duro y disciplinado, así como el método de prueba y error, es el único modo de aumentar la creatividad. En resumidas cuentas, escribir nos ayuda a escribir más.
Así que dejemos atrás las musas, los seres imaginarios y tomemos el control de nuestra creatividad. ¿Cómo?: ¡transpirando!, estableciendo un horario claro para sentarnos a escribir, libres de distracciones. Si uno redacta textos que necesiten una profunda documentación, conviene, además, asignar un tiempo aparte para investigar, y no entremezclarlo con el que dedicamos puramente a escribir, del mismo modo que no conviene trabajar e ir respondiendo al correo electrónico. Compartirmentar el esfuerzo nos ayuda a potenciarlo.
En esta breve entrevista, el escritor Juan Eslava Galán, habla con humor y sinceridad sobre el oficio de escribir, pero es muy recomendable ver esta interesante charla de la escritora Elizabeth Gilbert para TED.com sobre los mitos del ingenio (se pueden elegir subtítulos en español) en la que habla de la necesidad de humanizar la creatividad, del esfuerzo y de huir un poco del azar y del misterio.
En resumen, escribir es un ejercicio —creativo, sí—, pero ejercicio, que supone disciplina, trabajo, horario, dedicación y concentración. En el que hay que pensar, escribir, revisar, podar y seguir escribiendo. Así lo han manifestado autores como Pérez Reverte, Vargas Llosa, Carlos Fuentes o García Márquez. Sigamos su ejemplo.
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